sábado, 16 de junio de 2012

Dos mulas y una mujer (1970)



¿Qué vemos en esta fotografía? Pues al director Don Siegel que, con el guión sobre las piernas, parece escuchar atentamente a su actriz protagonista. Las gafas de sol y la mano prudentemente apoyada en la barbilla, hacen que su expresión sea un tanto impenetrable. Clint Eastwood, en uno de sus gestos característicos, parece estar removiendo una legaña del ojo. Aprovecha la pausa en el rodaje para ponerse por unos momentos su pulcro sombrero y así librarse del mugriento de su personaje. Por su parte Shirley MacLaine, bajo el parasol que le acompañará durante todo la filmación, parece hacer un comentario amable. Tal vez sonríe. ¿Es realmente éso lo que estamos viendo? Y, si nos dijeran que Shirley MacLaine tuvo acojonados a Sigel y Eastwood durante todo el rodaje, ¿cuál sería la imagen real?
Dos mulas y una mujer parte de un guión original de Bud Boetticher, aparentemente escrito en México en 1967. Revendido y reescrito por Albert Maltz, el guión llega a las manos de Clint Eastwood durante el rodaje en Austria de El Desafío de las águilas (1968). Puesto que su compañero de reparto es Richard Burton, Eastwood tiene la idea de ofrecer el papel de la hermana Sara a Elizabeth Taylor que lo rechaza, ya que no le apetece ir a rodar a México y tener que separarse de su marido.
En principio Bud Boetticher había imaginado que la película debía ser protagonizada por Robert Mitchum y Deborah Kerr. En la versión original, tras los hábitos de la monja, se ocultaba una aristócrata mexicana que huía de los juaristas. El nuevo guión convierte a la aristócrata en una prostituta partidaria de los revolucionarios. Y, claro, aquél era un papel perfecto para la actriz que había ganado un Globo de Oro y había sido nominada al Oscar por interpretar a una angelical prostituta en Irma la dulce (1963). Por si fuera poco, Universal Pictures, la compañía productora, acababa de tener un formidable éxito con Noches en la ciudad (1969) con Shirley MacLaine de protagonista. Por tanto no hay ninguna duda, el papel de hermana Sara era para ella.
Desde que Clint Eastwood relanzó su carrera con los tres westerns de Sergio Leone, nunca había tenido que competir por ser cabeza de cartel. Otra cosa es que actores como Eli Wallach, interpretado personajes tan magnéticos como el Tuco de El bueno, el feo y el malo (1966), acabaran robándole la cartera desde el punto de vista interpretativo. Pero éste era un caso bien distinto, Shirley MacLaine ya era una verdadera estrella cuando Eastwood no había conseguido ir más allá de la serie Rawhide.
Sigel y Eastwood, que habían colaborado por vez primera en 1968 en La jungla humana, parecían ser tal para cual. El director de La invasión de los ladrones de cuerpos (1956) y El código del hampa (1964), había sido tan ninguneado como como el propio Eastwood, por lo que parecían predestinados a crear un mito cinematográfico tan perdurable como Harry el sucio (1971). Pero antes tendrían que vérselas con este western que, sin gran disimulo, quería aprovecharse del extraordinario atractivo de los de Leone. Así, no se dudó en encargar la banda sonora al gran Ennio Morricone, que compuso una partitura estupenda. Y el personaje de Eastwood es, punto por punto, primo hermano de los que interpretó en la Trilogía del Dólar.
Aunque Dos mulas y una mujer era en esencia una película de Clint Eastwood, Shirley MacLaine no podía dejar de ser la estrella. Luego, durante los 65 días que duró el rodaje en México, las relaciones personales serían de lo más incómodo. La actriz no tenía ningún problema el levantar la voz a Don Siegel. El director lo pasó fatal. El trato con Eastwood, aunque más moderado, tampoco fue bueno. Para agravar la situación, lo que se rodaba en el estado de Morelos, se enviaba a positivar a California. En consecuencia, los rushes se veían con notable demora. Y cuando Shirley MacLaine comprobó el aspecto que tenía con las pestañas postizas que le habían puesto, su malhumor todavía se hizo más patente. ¡Una monja no podía ir por el mundo con aquellas pestañas!
Don Siegel tuvo que escuchar las amargas recriminaciones que le hizo Bud Boetticher por la burda manipulación del proyecto original. Clint Eastwood se cuidaría muy mucho de que en el futuro ningún nombre hiciera sombra al suyo como cabeza de cartel. Pero antes de todo ésto, hubo un rodaje muy poco agradable. ¿Qué vemos, pues, en la fotografía? ¿Shirley MacLaine realmente sonrie? ¿Sigel y Eastwood están pensando en Elizabeth Taylor? 

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