viernes, 22 de junio de 2012

Atrapa a un ladrón (1955)


En 1954 Alfred Hitchcock había perdido unos 50 kilos de peso. Esto le permitía, tal como podemos comprobar en la fotografía, una mayor agilidad a la hora de hacerse con un té en este improvisado picnic. Estamos en la Costa Azul, en el rodaje de exteriores de Atrapa a un ladrón. Grace Kelly, la más joven del equipo, es objeto de todas las atenciones. Incluso ocupa la silla de Cary Grant. Desde la distancia Alma Reville parece observar con gran interés a su esposo. ¿Teme que vaya a mancharse? ¿Encuentra excesiva la gentileza de Hitch con su estrella? ¿Y Cary Grant? Aunque cuesta un poco localizarle, podemos garantizar que está detrás de Hitchcock. Le reconocemos por los mocasines y calcetines blancos que luce en esta secuencia.
Atrapa a un ladrón es una película agradable en su conjunto, pero que no afronta ningún riesgo. Incluso obras en general denostadas como Topaz (1969) contienen geniales secuencias y hallazgos visuales -la del hotel de Harlem o la muerte de Karin Dor- aquí inexistentes. Hitchcock se limita a jugar tres cartas para seducir a su público: la Costa Azul, Grace Kelly y el retorno a la pantalla de Cary Grant. La secuencia de créditos confirma lo primero: el escaparate de una agencia de viajes       -presidido por una botella de champagne y las maquetas de un transatlántico y de la Torre Effiel- invita a tomar unas vacaciones en Francia, concretamente en la Costa Azul. Atrapa a un ladrón es, por tanto, lo más parecido a unas vacaciones virtuales. Algo que queda subrayado por una vistosa fotografía panorámica realizada con el sistema de alta resolución VistaVision que los ingenieros de Paramount acababan de desarrollar. 
Pero, por encima de su aspecto turístico, el motor de la película está en la pareja protagonista: Grace Kelly y Cary Grant. Ella, desde Crimen Perfecto (1954) se ha convertido en la actriz ideal de Hitchcock. Y el director se ha hecho una idea muy precisa de cómo debe mostrarla. De ahí las esmeradas indicaciones con las que encarga su vestuario a Edith Head. En cuanto a Cary Grant, el reto es singular, ya que el actor ha anunciado que abandona el cine. Incluso ha rechazado protagonizar, entre otras, Vacaciones en Roma (1953), Sabrina (1954), Ellos y ellas (1955) y El puente sobre el río Kwai (1957). Pero Hitchcock se presenta en Palm Springs y le convence.
Tal es el esmero con que se envuelve a los actores, y en particular a Grace Kelly, que uno de los aspectos más llamativos de Atrapa a un ladrón es el vestuario que se crea para ella. Cada uno de los modelos está pensado para apabullar a la audiencia. Hasta el punto de que la escena que parece interesar más a Hitchcock, según testimonio de Edith Head, es la del baile de disfraces en la que la actriz aparece con un descomunal vestido dorado. El vestido tiene que ser especialmente aparatoso, ya que el baile de disfraces en su conjunto es una completa exageración. Incluso una reseña del New York Times del 5 de agosto de 1955 insinúa que el mismísimo marqués de Cuevas se pondrá verde de envidia al verlo.
Todo parece ideado para mayor realce de Grace Kelly. Incluso el haber recuperado a Cary Grant, que, aparentemente, es el actor con el que Hitchcock se siente más identificado. Por tanto, esta foto resulta bastante elocuente sobre el lugar central que la actriz ocupa en Atrapa a un ladrón. Señalemos que Cary Grant, durante el rodaje en la Costa Azul y posiblemente para complacer a su esposa Betsy Drake -molesta con su retorno al cine-, se instaló en el Hotel du Cap Eden Roc en Antibes. Hitchcock, Alma Reville y el resto del equipo se alojaron en el Hotel Carlton de Cannes. En cuanto a Grace Kelly y su pareja de la época, Oleg Cassini, optaron por una villa. Una medida prudente visto el flujo de atracción que se había creado entre ellos.

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