sábado, 7 de julio de 2012

La marca del vampiro (1935)


Aquí tenemos dos monstruos frente a frente. Sentado en la silla, al lado de la cámara, vemos a Tod Browning con su característico bigotito a lo Adolphe Menjou pero en raro. En la escalera, Bela Lugosi clonando el personaje que le había convertido en una estrella primero de Broadway y luego de Hollywood. Hace justo cuatro años del estreno de Drácula (1931), película que fue un espectacular éxito de Universal Pictures. Ahora están manipulando el arquetipo en los estudios de la Metro-Goldwyn-Mayer de Culver City. Después de Drácula actor y director han tenido una carrera un tanto errática. ¿Será ésta la película que les devuelva al estrellato?
Tod Browning todavía está pagando el atrevimiento que significó Freaks, La parada de los monstruos (1932). Un colega llegó a decir de él que no sabía si era un buen director de cine, pero sí estaba convencido de que era una mala persona. Con Freaks Browning había ido más allá de cualquier límite moral aceptable. Aun faltaban muchos años para que aquella película pudiera reivindicarse como clásico imprescindible. Lugosi, como fue prácticamente inevitable, encadenó una serie de películas, más o menos siniestras, que le convirtieron en un mito al tiempo que le impedían cualquier tipo de evolución. De cualquier modo, con su marcadísimo acento húngaro, cuesta imaginárselo como actor versátil. No lo veo protagonizando Nobleza baturra, pongamos por caso.
Tanto Browning como Lugosi tienen la misma edad, han nacido en 1882 y, antes de hacerse un lugar en Hollywood, han tenido que pasar por profesiones de riesgo. En su juventud Browning llegó a hacer de cadáver en un espectáculo en el que se simulaba su propio entierro. Por su parte y tras la muerte de su padre, Bela Lugosi trabajó de minero en su Hungría natal. Resulta curioso que ambos se ganaran la vida bajo tierra.
Aunque la apariencia sea la misma, en La marca del vampiro Lugosi no es Drácula sino el Conde Mora. En esta foto le vemos junto a Carroll Borland que interpreta a su hija Luna Mora. Borland tendrá una carrera cinematográfica de lo más fugaz, pero su espectral aparición en este film la convierte en un mito perdurable. Desafortunadamente la película fue un fracaso. MGM la trituró de forma preventiva, ya que la relación entre el Conde Mora y su hija Luna parecía demasiado subida de tono para la época. Es posible que tampoco ayudara la conclusión racional del relato, que posiblemente defraudó a un público ávido de monstruos del más allá. Tod Browning había jugado la baza, aparentemente ganadora, de hacer un ramake de London After Midnight (1927), film que fue un taquillazo con Lon Chaney de protagonista. Esfuerzo vano. Tampoco Lugosi conseguiría acongojar masivamente a la audiencia, como en Drácula, y su carrera declinaría hasta caer en manos del tan incompetente como magnético Ed Wood. A pesar de todo, esta aparatosa colisión de monstruos -Browning con una tagarnina en la mano y Lugosi con un cirio-, acabó conformando una obra extrañamente memorable. La imagen final de Lugosi perdura en la retina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario